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lunes, 16 de febrero de 2015

CRISTIANO  Y  EL ASTEROIDE

Este escrito debería llamarse “ASTROS Y ASTEROIDES”, pero llamar la atención con el nombre de un deportista mediático garantiza mayor interés por el artículo. Y es que sobre el astro portugués va el tema. En este momento  apetece hablar de Cristiano Ronaldo, en plena vorágine producida por su comportamiento en los terrenos  de juego, justo dos semanas después de conseguir su tercer balón de oro. El extraordinario jugador solamente tiene algo que le supera: su propio ego, que le impide comportarse como un deportista normal cuando las cosas no funcionan.
Cristiano es un ganador, tal como explican quienes le conocen a fondo, y no puede permitir de ninguna manera que nadie se interponga entre su carisma y el éxito.  Su grito al recoger el galardón como mejor futbolista del pasado año,  más propio de Chita que de Tarzán, nos hace comprender la frustración que le debió suponer  ver recoger el balón de oro,  por tres años consecutivos,  a su enemigo generacional,  Leo Messi,  al que quizás reconozca como un buen futbolista, pero al que verá  infinitamente menos guapo que él.
Pero todo pasa, incluso para CR7 pasará  su momento y observará como, poco a poco, serán otros quienes ocuparán portadas, quienes llamarán la atención de los medios, quienes subirán a por los premios.
 Y entonces sufrirá, puede que hasta llore de verdad. En la misma medida que su ego ha ido hinchándose  durante los últimos 15 años, de la misma forma el soufflé Ronaldo ira bajando,
sin apenas darle tiempo a entender porqué le llama menos gente, porqué los periódicos hablan de otros, porqué ya nadie se fija en él.
Cristiano cumple esta semana treinta años, edad en que se considera que los deportistas de elite entran en la recta final de su profesionalidad, incluso para aquellos que disponen de un equipo de fisioterapeutas a su servicio. Las exigencias del deporte profesional  de máximo nivel casca de lo lindo, y quince años exigiendo el cien por cien del físico pasa factura. Y el éxito dura lo que dura, es decir, mientras el beneficio de mantenerlo arriba sea superior al beneficio que supondría hacer emerger cualquier otro crack.
¿Qué pasa entonces con el que ha estado en la cúspide durante años?  La dura realidad le impondrá el papel que las necesidades de la sociedad de consumo le había hecho olvidar: que es uno más de los millones de mortales. Quizás con la cuenta bancaria a tope y con la vida resuelta para varias generaciones de descendientes, pero anónimo y discreto comparado con su estatus anterior. El astro se apaga y pasa a ser un simple asteroide. Rico, pero un pedrusco.
Y hablando de asteroides, hace pocos días la tierra se cruzó a menos  de un millón de Kms,  distancia considerable pero en términos siderales como de aquí a la esquina,  con un asteroide enorme, de medio km.  de diámetro,  que caso de ser absorbido por nuestra gravedad  hubiera supuesto un efecto de choque de decenas de bombas atómicas estallando a la vez, en un cataclismo sin precedentes en la historia de la humanidad.
En ese hipotético caso, ¿que supondría para todos nosotros la melancolía de Cristiano Ronaldo por su eclipse?
Pues eso, nada.  Todo es relativo, y al final resulta que cada uno somos astros de nuestro propio firmamento, con asteroide asegurado para el fin de fiesta.