CRISTIANO Y EL ASTEROIDE
Este escrito debería
llamarse “ASTROS Y ASTEROIDES”, pero llamar la atención con el nombre de un
deportista mediático garantiza mayor interés por el artículo. Y es que sobre el
astro portugués va el tema. En este momento apetece hablar de Cristiano Ronaldo, en plena
vorágine producida por su comportamiento en los terrenos de juego, justo dos semanas después de
conseguir su tercer balón de oro. El extraordinario jugador solamente tiene algo
que le supera: su propio ego, que le impide comportarse como un deportista
normal cuando las cosas no funcionan.
Cristiano es un ganador,
tal como explican quienes le conocen a fondo, y no puede permitir de ninguna
manera que nadie se interponga entre su carisma y el éxito. Su grito al recoger el galardón como mejor
futbolista del pasado año, más propio de
Chita que de Tarzán, nos hace comprender la frustración que le debió suponer ver recoger el balón de oro, por tres años consecutivos, a su enemigo generacional, Leo Messi,
al que quizás reconozca como un buen futbolista, pero al que verá infinitamente menos guapo que él.
Pero todo pasa, incluso
para CR7 pasará su momento y observará
como, poco a poco, serán otros quienes ocuparán portadas, quienes llamarán la
atención de los medios, quienes subirán a por los premios.
Y entonces sufrirá, puede que hasta llore de
verdad. En la misma medida que su ego ha ido hinchándose durante los últimos 15 años, de la misma
forma el soufflé Ronaldo ira bajando,
sin apenas darle tiempo a
entender porqué le llama menos gente, porqué los periódicos hablan de otros, porqué
ya nadie se fija en él.
Cristiano cumple esta
semana treinta años, edad en que se considera que los deportistas de elite
entran en la recta final de su profesionalidad, incluso para aquellos que
disponen de un equipo de fisioterapeutas a su servicio. Las exigencias del
deporte profesional de máximo nivel casca
de lo lindo, y quince años exigiendo el cien por cien del físico pasa factura.
Y el éxito dura lo que dura, es decir, mientras el beneficio de mantenerlo
arriba sea superior al beneficio que supondría hacer emerger cualquier otro crack.
¿Qué pasa entonces con el
que ha estado en la cúspide durante años? La dura realidad le impondrá el papel que las
necesidades de la sociedad de consumo le había hecho olvidar: que es uno más de
los millones de mortales. Quizás con la cuenta bancaria a tope y con la vida
resuelta para varias generaciones de descendientes, pero anónimo y discreto comparado
con su estatus anterior. El astro se apaga y pasa a ser un simple asteroide.
Rico, pero un pedrusco.
Y hablando de asteroides,
hace pocos días la tierra se cruzó a menos
de un millón de Kms, distancia
considerable pero en términos siderales como de aquí a la esquina, con un asteroide enorme, de medio km. de diámetro, que caso de ser absorbido por nuestra gravedad
hubiera supuesto un efecto de choque de decenas
de bombas atómicas estallando a la vez, en un cataclismo sin precedentes en la
historia de la humanidad.
En ese hipotético caso,
¿que supondría para todos nosotros la melancolía de Cristiano Ronaldo por su
eclipse?
Pues eso, nada.
Todo es relativo, y al final resulta que cada uno somos astros de
nuestro propio firmamento, con asteroide asegurado para el fin de fiesta.