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lunes, 10 de enero de 2011

PEDAGOGIA DE LA ILUSIÓN

Acabamos de pasar las fiestas navideñas en que parece que nos hermanen sentimientos que durante el resto del año permanecen soterrados. El dia a dia encallece lo mejor de nosotros mismos y tenemos que esperar a que los mega-anuncios de cava nos recuerden que existe un mundo paralelo, cálido y extraordinario que se expresa con afecto. Entre estos sentimientos relegados de nuestra cotidianidad por miles de circunstancias adversas está la ilusión, factor que preservamos en nuestros hijos como oro en paño, y que trasladamos a la visita de Papá Noël y los Reyes Magos como el mejor exponente de lo que supone una esperanza inocente, sin parangón en ningun otro momento de la vida.


¿Sólo los niños pueden disfrutar de las ilusiones? ¿Existe el adulto ilusionado además de aquellos a quienes despectivamente consideramos “ilusos”? La ilusión existe en el mundo como producto de la naturaleza humana, sin duda, y no es menos cierto que determinadas predisposiciones personales favorecen disfrutar durante muchos años de esta maravillosa capacidad que tradicionalmente se asocia al estadio infantil. Es decir, hay adultos que mantienen toda la vida la ilusión como su forma de relacionarse con el mundo. Y lo más esperanzador es que el proceso que nos permite ilusionarnos se puede aprender. Personalmente, siempre he sostenido que en la escuela nos deberian enseñar a vivir con ilusión. Pero aún asi, la familia es el entorno idóneo para crear las actitudes vitales más esperanzadoras. Sin falsas expectativas y sin necesidad de placebos. Asumiendo nuestra realidad y confiando en el futuro. Simplemente disfrutando del dia a dia como si fuese lo último que hagamos en la tierra.

Pero cuidado. Tan importante como desarrollar hábitos y actitudes que favorecen la ilusión es aprender a evitar aquellos que la impiden.

Pesimismo, fatalidad, rutina, aislamiento, negativismo, nos sumergen en el conservadurismo y la posesión material como únicas actitudes vitales, descargando de energia el motor de nuestra ilusión. Los Hombres de Gris del celebrado Michael Ende ( en su libro Momo) hacen bien su trabajo: envilecernos para acabar con todas nuestras esperanzas.

En cambio, el idealismo, la fe en el futuro, el optimismo, la energia emprendedora y la sociabilidad, entre otros factores, nos ayudan cada dia a tejer el mañana, curtiendo los mimbres de una experiencia vital que nos indica el camino para situar continuamente en nuestro punto de mira objetivos realizables.

No son vanas ensoñaciones, son ilusiones adultas que arrancan de aquella capacidad infantil para entusiasmarnos con los Magos de Oriente en nuestro balcón, o con el encendido cielo de un atardecer cuando la naturaleza nos sirve en bandeja el espectáculo.

La ilusión nos habla de posibilidades abiertas, de tránsito sin destino como Kavafis-Llach expresaron en su sugerente “Viatge a Itaca”: En la vida no importa llegar a puerto alguno, sino buscar que el viaje nos haga sabios en experiencias y ricos en ilusiones cumplidas.

Las Navidades, con sus luces y sus sombras, son un buen momento para intercambiar sentimientos positivos: mientras nuestros niños nos transmiten su ilusión momentánea, aprendida desde las expectativas de su egocentrismo congénito, nosotros podemos enseñarles a esperar lo mejor de cada nuevo dia, por el simple hecho de que lo que ocurra en ese tiempo será único, por ser nuestro y de quienes comparten su vida con nosotros. Ningún minuto posterior será igual al que acabamos de vivir. ¿No es razón suficiente para vivirlo con ilusión?.

Los Hombres de Gris nos acechan. Que no nos roben nuestros instantes.

1 comentario:

  1. Molt bonic papà! ets un gran escriptor! el teu text il.lusiona i invita a retrnar als Nadals de la infantesa, molt més vívids que el darrer...

    Passa un gran dia d'aniversari, i segueix cultivant aquesta il.lusió que tant et caracteritza i que contagies!

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